El estilo de nuestra casa responde a una elección personal, a nuestro modo de ver la vida. Vivir la vida de acuerdo con lo que se es y lo que se piensa no es tarea fácil, debido a las presiones sociales, es recomendable optar decididamente por lo que uno cree que que verdaderamente debe realizar.
Hacer de nuestro hogar un lugar en el que la coherencia sea parte integrante de nuestra estilo de vida, para que el amor y la reflexión ocupen el lugar que les corresponde, es una cuestión primordial. Habitar espacios que nos permitan estar a gusto y que nos faciliten crecer como personas debe ser la finalidad del diseño.
El interiorismo nació con la vocación de mejorar la forma de vivir, este debe ser su principal objetivo y su auténtica razón de ser. Su propósito es llevarnos a vivir una vida auténtica.
Con excesiva frecuencia y demasiada facilidad nos vemos empujados por los convencimientos sociales a movernos en un territorio que no hemos elegido y en el que se nos pide que sea el nuestro. Constantemente se espera de nosotros que aceptemos posturas con las cuales no nos identificamos.
Salvar la propia identidad es el primer paso para la felicidad y para tener una casa bella. Nunca es tarde para replantearnos ¿cómo nos gustaría vivir? ¿con qué estilo nos identificamos? ¿qué nos gusta y por qué? reflexionar en estas cuestiones nos permitirá aprovechar las posibilidades que ofrece el interiorismo para tener una influencia positiva en nuestra vida cotidiana.
Considero que tenemos que poner atención en nueve criterios para conseguir una buena influencia en nuestras vidas: Conocernos a profundidad, entender nuestra identidad, ubicarnos en el aquí y el ahora comprendiendo nuestra realidad, aprender a elegir acertadamente, ser flexibles, buscar la sencillez que genera elegancia, vivir en orden, agradecer y disfrutar.
1. Conocernos
En primer lugar tener en cuenta la irrepetibilidad del ser humano y su condición de ser único, esto conlleva una compleja riqueza, cuyo descubrimiento requiere de un tiempo y de un esfuerzo intelectual.
Es imprescindible conocernos a profundidad y darnos un tiempo para identificar nuestras necesidades reales. Reflexionar acerca de nuestras preferencias, nuestros gustos y nuestros sueños nos permitirá definir quienes somos. Lo realmente importante es el interés que pongamos para descubrir realmente cómo somos y no lo que los demás piensan o esperan de nosotros.
A partir del descubrimiento de nuestras afinidades podremos iniciar un proyecto de diseño para desarrollar el interiorismo de nuestra casa. Es más sencillo precisar lo que no nos gusta y descartar lo que no nos identifica, para de esta manera acercarnos a lo que realmente nos entusiasma y nos ilusiona.
2. Nuestra identidad
Nuestra identidad es lo que nos hace ser precisamente nosotros y no otro. No podemos tenerlo todo por eso es necesario tener un estilo que nos identifique y que a su vez sirva para no confundirnos con los demás. Consideremos siempre que la única riqueza de que disponemos es nuestra individualidad.
Afirmar la propia identidad no supone en modo alguno oponerse a la de los otros, implica sólo no dejarse anular por las influencias externas. La uniformidad esteriliza la creatividad.
Las circunstancias en las que nuestra vida se desenvuelve nos afectan más de lo que en un principio podríamos suponer, porque no sólo se dan, sino que transforman nuestros hábitos, actitudes y disposiciones. La forma en que tenemos nuestra casa define en gran parte lo que somos.
3. Comprender nuestra realidad
Atenerse sobriamente a la realidad es un principio de sabiduría del cual hemos de partir para que nuestros proyectos sean conscientes. Ubicar claramente los elementos con los que contamos, entendiendo las dimensiones del espacio, analizando sus características y sus posibilidades, identificando claramente el presupuesto del que disponemos, nos permitirá optimizar el diseño dentro de nuestras posibilidades reales.
Saber distinguir entre realidad y utopía evita frustraciones innecesarias. Ahora bien, tener sueños es válido y trabajar por alcanzarlos es una buena práctica, esforzarnos en buscar lo mejor es algo que siempre tenemos que hacer. Sin embargo, nunca debemos confundir las apuestas exigentes con los objetivos irrealizables.
Tendremos que conseguir que nuestro estilo de vida se adecúe a nuestro pensamiento. El dilema se reduce a: o vivimos de acuerdo con lo que pensamos, o, por el contrario, terminamos pensando de acuerdo con la forma en que vivimos.
4. Elegir acertadamente
El secreto para lograr un buen proyecto de interiorismo está en las elecciones que realizamos, por lo que es de suma importancia aprender a elegir correctamente.
A nadie le gusta sentirse extraño en su propio hogar. Todos buscamos una cierta identificación entre lo que somos y lo que nos rodea, por eso nuestra casa dice tanto de nosotros.
Los criterios para decidir tienen que estar enfocados en lo que nos entusiasma, en lo que nos produce ilusión y que a la larga nos hará felices a nosotros y a nuestra familia y a nadie más. Siempre debemos considerar lo que para nosotros es importante, teniendo en cuenta nuestra identidad sin olvidar que la vida no hay que pensarla, sino vivirla.
Son muchas las elecciones que se hacen a la hora de definir el interiorismo de nuestra casa, y en la suma de estas elecciones queda reflejada nuestra forma de ser y de entender la vida…
5. Ser flexibles
De vez en cuando necesitamos ensanchar nuestros horizontes y abrirnos a nuevas posibilidades. Tener actitud de apertura y cambiar lo que no nos gusta o no nos hace felices es muy recomendable. Abrir puertas y ventanas para que entre la luz del sol y el aire se renueve produce un efecto revitalizante.
De esta manera es recomendable plantearnos cómo nos gustaría realmente que fuera el espacio que habitamos siempre a la luz de un conocimiento profundo de la realidad, pues sólo desde la experiencia es posible construir planteamientos posibles. Los inicios equivocados llevan inexorablemente a complicar de una forma innecesaria las decisiones correctas. Saber distinguir entre realidad y utopía evita frustraciones innecesarias.
Adaptar el espacio a nuestras necesidades actuales y a nuestras posibilidades reales nos permitirá disfrutar más del mismo.
6. Buscar la sencillez
Los espacios recargados pueden ser abrumadores, especialmente cuando en ellos se acumulan un sin fin de cosas y objetos. Mantener nuestra casa sencilla y sin ostentaciones definitivamente contribuye a que nos sintamos más a gusto en ella, por esto es recomendable evitar los excesos que suelen acercarse a la vulgaridad.
Es decisivo disponer de criterios de selección: únicamente lo útil y lo bello deberían tener cabida en nuestra casa. La obsesión por la abundancia, por llenar todos los rincones, suelen derivar en una estética de dudoso gusto.
Hay complicaciones que no están a nuestro alcance evitarlas, pero existen otras muchas que son consecuencia de elecciones innecesarias. El sofisticado mundo de la técnica nos aleja, tal vez sin percibirlo, de una vida sencilla que se caracteriza fundamentalmente por atender y dar relevancia a la dimensión más entrañable de la vida, a las manifestaciones más puras y a la vez más profundas del ser humano: pensar, reflexionar, hablar, escuchar, conversar, convivir…
La sencillez está más cerca de la belleza que la ornamentación excesiva.
7. Vivir en orden
Un espacio ordenado es sin duda uno de los mayores placeres de la vida y ciertamente a veces suele ser complicado. El orden es requisito indispensable para embellecer nuestro entorno inmediato, la mejor forma de preservarlo es tener un lugar para cada cosa y así tener cada cosa en su lugar.
El orden de los espacios y las cosas es importante, pero también es necesario un orden en las prioridades. Identificar lo importante y lo imprescindible en función de las personas es tarea para realizar diario.
Diseñar un estilo de vida feliz fuera de la realidad nos conduciría inexorablemente a la decepción. Debemos partir de lo que somos y agradecer lo que tenemos; disfrutar de los aciertos y alegrías, enfrentar las penas y las tristezas, gozar de los felices momentos y atesorar los placeres cotidianos que forman inseparablemente el enramado de nuestra vida.
El punto de partida del orden es la creación de un ambiente mucho más amigable que permita que cada persona se sienta bien, contenta, lo cual indudablemente proporcionará bienestar a la familia. Un entorno ordenado y hermoso nos facilitará disfrutar más cada momento y finalmente, los recuerdos que tengamos de esos instantes que marcan nuestra historia personal nos van a acompañar toda la vida.
8. Agradecer
La gratitud es el primer paso para poder disfrutar de lo que tenemos, después viene el cuidarlo y mantenerlo en buen estado para poderlo usar tranquilamente
Sentirse agradecido con la vida por tener una casa o un departamento en donde vivir provoca alegría. Una persona está básicamente contenta cuando no necesita algo más para estarlo y a la vez se percata de todos los bienes de que dispone.
De poco sirve poseer algo si no valoramos su importancia. Valorar positivamente lo que tenemos nos hace ver que, por lo general, no nos faltan motivos para estar alegres. No perdamos de vista que los momentos llamativamente gratificantes se dan pocos y además duran breve tiempo. Valoremos lo que tenemos.
Si alcanzamos un presente tranquilo y soportable, lo estropeamos con un anhelo incesante de alegrías imaginarias o con angustiadas preocupaciones cara a un futuro siempre incierto. Es en el presente en donde nos tenemos que enfocar y son las cosas de que disponemos las que debemos valorar positivamente y con agradecimiento.
9. Disfrutar
Las cosas son para vivirlas, gozarlas y disfrutarlas. Lo que disponemos en este momento es suficiente para no tener necesidad de buscar un futuro más o menos próximo o la fuente de la felicidad en un lugar más o menos lejano.
Enfoquémonos en hacer del aquí y ahora el encuentro que nos pueda hacer felices. Andar buscando en otro tiempo y lugar la ilusión para seguir viviendo no es más que un falso espejismo que, como tal, nos saca de la realidad y nos aleja de las auténticas vivencias realmente gratificantes.
Platón nos da un consejo que no deberíamos olvidar: “Cuidemos menos lo que tenemos y cuidemos más lo que somos”.
¡Hasta la próxima!