El pasado 27 de Junio cumplimos mi esposo y yo 20 años de casados y decidimos celebrarlo haciendo un viaje familiar a Japón.
Primero estuvimos una semana en Tokio (la aglomeración urbana más grande del mundo de acuerdo a datos de la ONU, con 39 millones de habitantes) y nos fuimos con el corazón lleno de agradecimiento. Nos fascinó el orden, la limpieza, la amabilidad de sus habitantes, el transporte público, sus parques, sus templos, la modernidad y la tradición.
Una ciudad llena de vida y magia, nos quedamos con ganas de más, pero sabemos que eso siempre nos pasa. La probada ha sido deliciosa, nos hemos deleitado de una cultura ancestral, verdaderamente especial, un idioma complejo con una escritura muy artística y distinta, una estética diferente y atractiva, una comida exquisita y sofisticada, unos museos sencillamente fascinantes. Una comunidad en armonía, perfectamente organizada, personas que piensan primero en los demás antes que en ellas mismas, cada quien haciendo bien lo suyo. Ciertamente ha sido un placer pasear en ella, cada rincón que hemos visitado nos ha gustado, cada encuentro ha sido enriquecedor, la impresión que nos llevamos es que los japoneses siempre están dispuestos a ayudarte y regalarte una sonrisa.
Además de visitar el Monte Fuji y Kamakura cerca de Tokio, fuimos a Matsumoto en donde tuvimos la fortuna de visitar la casa y la tumba del Doctor Suzuki, mi esposo escribió sus impresiones que aquí les comparto: “Hace un par de días tuve la oportunidad de estar en la ciudad de Matsumoto y conocer la casa donde vivió el Dr. Suzuki; también conocí el Talent Education Suzuki Institute, que fue el resultado de la primera escuela Suzuki que existió y donde enseñó durante muchos años; y finalmente visité el cementerio donde se encuentran sus restos mortales. Entre muchas ideas que me vinieron a la mente, las más importante fue recordar la gran comunidad Suzuki que, en relativamente poco tiempo, se ha formado en México: tantos profesores, tantos festivales y, lo más importante, tantos niños creciendo a través de la música.
Al conocer Japón, a la luz de la filosofía Suzuki, comprendo con mayor profundidad una gran verdad: ni los políticos, ni los decretos legislativos, ni la economía van a transformar a nuestro país. Es la educación que, en el respeto más profundo de la libertad de cada individuo, transformará nuestra sociedad. Y nosotros, a través de la poderosa capacidad de transformación que tiene la enseñanza Suzuki, tenemos una responsabilidad muy particular: transformar nuestro entorno a través de la belleza de la música”.
Fueron unos días hermosos, en los que además disfrutamos del Castillo de Matsumoto, considerado como Tesoro Nacional de Japón, uno de los cuatro castillos de construcción original que aún se conservan y de un par de museos.
De ahí nos dirigimos a Kioto en donde nos hospedamos en una casa tradicional, vivir en un espacio genuinamente japonés ha sido una experiencia muy enriquecedora, nos ha permitido sumergirnos aún más en su estética, sus tradiciones y costumbres.
Lo que recorrimos de Kioto nos cautivó, y para no perder la costumbre nos quedamos con ganas de ver y conocer más. Nos fuimos de Kioto con el corazón lleno de recuerdos y momentos entrañables, de historias y anécdotas. Disfrutamos sus templos, sus parques y sus calles; nos conmovieron sus habitantes ataviados en sus yukatas (kimonos de verano) paseando por sus hermosos paisajes y, por supuesto, hemos gozado el delicioso calor de “solamente” 39 grados centígrados.
Tal vez lo más memorable haya sido nuestra cena de degustación de 12 platos japoneses, en un entorno idílico y unos sabores delicados, diferentes y muy sofisticados. De Kioto nos dirigimos a Naoshima una isla pequeña al sur de Japón, la peculiaridad de esta Isla son sus museos proyectados por mi admirado Tadao Ando y nos quedamos en un museo Hotel, realmente espectacular, un sueño hecho realidad y una de las experiencias más extraordinarias que hemos vivido.
Ciertamente, puedo decir que ha superado en todos los sentidos mis expectativas, es un lugar que definitivamente vale la pena conocer. El 27 de Julio en una cena extraordinaria en Benesse House, hablando con nuestros hijos recordábamos que 20 años atrás cenábamos, el doctor Ruperto (mi esposo) y yo, iniciando un crucero por las Islas Griegas. Estábamos a la mitad de nuestra luna de miel y celebramos el primer mes de matrimonio, en esa ocasión hablamos de lo que esperábamos de nuestra vida en común, de los sueños que teníamos cada uno…
Esta vez acompañados de nuestros cuatro hijos, rememorando lo que imaginábamos serían nuestros primeros veinte años, y concluimos que si nos hubieran contado en ese entonces lo que sería nuestra vida juntos, no lo habríamos creído.
Hemos sido muy bendecidos y, a pesar de algunas tristezas, han sido muchas las alegrías. Tenernos el uno al otro y confiar ciegamente en un apoyo incondicional ha sido un gran regalo.
Tenemos tanto que agradecer por estos años maravillosos, todas las aventuras en las que nos hemos embarcado, cada lugar que hemos recorrido, cada viaje, cada proyecto, tantos recuerdos de tantos momentos mágicos. Nuestra vida de casados supera por mucho a cualquier cuento de hadas.
Nos costó dejar Naoshima, sus playas, su vegetación y su ambiente de serenidad y paz.
Nos dirigimos a Hiroshima, ciudad reconstruida después del ataque de la bomba atómica del 6 de agosto de 1945, que nos hizo cuestionarnos tantas cosas, un momento muy complicado de la historia y muy difícil de explicar a nuestros hijos que aún ahora siguen sin poder comprender. Quedé profundamente conmovida al visitar el museo y el memorial, y después de leer la historia de Takashi Nagai, superviviente de la bomba de Nagasaki, mi percepción de lo ocurrido es otra y mi admiración hacia este pueblo ha aumentado. Su capacidad para salir adelante a pesar de la adversidad y su alegría de vivir es sorprendente.
Visitamos también Miyajima otra Isla mágica, en donde está el Torii más grande de Japón con la peculiaridad de que cuando sube la marea, parece flotar en el agua.
Pasamos tres semanas mágicas en las que nos adentrarnos en la historia y la cultura de esta maravillosa nación, pudimos apreciar una una nueva perspectiva del mundo y de la vida.
Decir ¡adiós Japón!, nos costó, nos fuimos agradecidos y conmovidos de haberlo conocido, y por supuesto nos quedamos con ganas de más.
Me quedo con muchísimas fotos, hermosos recuerdos y un eterno agradecimiento por esta oportunidad. La experiencia, sin lugar a dudas, ha valido la pena. Gracias infinitas a mi querida familia por acompañarme en esta aventura, en la que hemos aprendido, disfrutado, gozando, y hemos compartido momentos memorables. Hoy tengo la certeza de que celebrar veinte años de matrimonio con nuestros hijos fue una gran idea.
Gracias infinitas a mi queridísimo Doctor Ruperto (mi esposo) por su espíritu aventurero, su extraordinaria guía en esos días de ensueño…
Llegamos unos, nos vamos otros. Hemos disfrutado de la belleza del caos, de la simplicidad, de la complejidad y de la armonía entre la multitud. Hemos sentido y apreciado el sonido y conocido sus olores, siempre estaré agradecida de haber pasado estos días en Japón, espero volver…
¡Hasta la próxima!