Es sabido por todos que viajar por el mundo amplía los horizontes y nos da una perspectiva más amplia de la vida. Viajar nos permite ver las cosas desde otro ángulo, apreciar culturas diferentes, y absorber nuevas ideas. Estas experiencias son fundamentales para cualquiera, pero en especial para quienes se dedican al diseño. Como diseñador, cada viaje que realizas se convierte en una especie de curso práctico, en el que los paisajes, las calles, los edificios y las personas se convierten en tus maestros.
Pero para crecer como profesional del diseño, no es suficiente con conocer lugares para conocer. Es indispensable invertir tiempo de calidad para planear un viaje de arquitectura. Esto implica definir los sitios a visitar, estudiar sobre el país al que vas, aprender sobre la ciudad en la que estarás, y tener claridad sobre los sitios que te interesan. Viajar no debe ser algo al azar, sino una oportunidad bien aprovechada para sumergirse en el diseño y la cultura que ese lugar ofrece.
Honestamente, me sorprende la gran cantidad de personas que viajan hoy en día. Aún recuerdo con claridad la primera vez que fui a Europa, ese viejo continente lleno de historia, arte y arquitectura impresionante. Hace muchos años, todo era más tranquilo; podías entrar a cualquier sitio sin reservas o largas colas. Hoy en día, viajar a Europa es más asequible. Hay más opciones de vuelos y es más fácil moverse por las ciudades, comunicarse y acceder a información a través de reseñas y guías en línea. Sin embargo, esta accesibilidad también significa que es fundamental invertir tiempo en planificar cada día para aprovechar al máximo la experiencia. Ya no basta con simplemente llegar a un sitio, sino que debemos prepararnos para disfrutar cada momento al máximo.
Además, la planificación cuidadosa nos permite evitar perder oportunidades únicas, como visitar un patrimonio de la humanidad o conocer alguna obra de arquitectura colonial en su centro histórico. Hoy en día, es común ver mexicanos en Europa, y cada vez hay más tours y recorridos por las ciudades en español. Esto nos facilita mucho las cosas, pero al mismo tiempo nos recuerda que debemos estar atentos a lo que vemos para aprender de cada lugar.
Como diseñadora de interiores, estoy convencida de que viajar es una inmersión constante en el aprendizaje. Para esto, es necesario aprender a mirar, a observar y a ver con cuidado, para analizar y aprender de cada lugar que visitamos. Las ciudades, los edificios y hasta los pequeños detalles de las calles tienen mucho que enseñarnos si estamos dispuestos a prestar atención.
Para que un viaje realmente nos transforme, es esencial que estemos presentes en el lugar en el que estamos. Es decir, que nuestra presencia sea inmersiva. Si vamos a un sitio solo para tomar una foto y luego corremos a otro lugar para hacer lo mismo, nuestra experiencia y aprendizaje serán superficiales. Nos perdemos la oportunidad de conectar profundamente con el espacio y su historia. Hoy en día, es fácil caer en la trampa de vivir las experiencias a través de una pantalla, pero lo más importante es estar presentes y dejar que el lugar nos hable.
Cada lugar que visitamos puede convertirse en algo especial si estamos realmente presentes. Si nos interesa aprender sobre su historia, su arquitectura colonial, sus costumbres, su arte, su gastronomía y su gente, la experiencia se enriquece. Un buen ejemplo es visitar un lugar tan espectacular como la laguna de los siete colores en Quintana Roo. Este sitio no solo es visualmente impresionante, sino que también ofrece una lección sobre la interacción entre la naturaleza y el diseño humano. A medida que caminamos por sus orillas y observamos cómo las aguas cambian de tonalidades, aprendemos que la naturaleza también tiene su propio diseño, uno que muchas veces es la fuente de inspiración para nosotros como diseñadores.
Las cosas adquieren valor en la medida en que les prestamos atención. Esto es algo que siempre debemos tener presente al viajar. Darnos la oportunidad de reflexionar sobre lo que estamos viendo, conectar con la estética del lugar, analizar lo que nos parece bello y por qué, entender lo que nos atrae, nos permite ver con más detenimiento y atención. Este ejercicio es lo que nos hace aprender y crecer como diseñadores.
Viajar también tiene mucho que ver con la emoción de descubrir. Encontrar razones para levantarse cada mañana con entusiasmo, con ganas de conocer más, de explorar y de aprender. No se trata de grandes hazañas, sino de la sensación de estar vivos, de tener el deseo de seguir descubriendo el mundo y, con ello, de seguir creciendo como profesionales y como personas. Lo importante es el viaje, las experiencias y las lecciones que aprendemos en el camino. Estas experiencias nutren nuestro crecimiento profesional y crecimiento personal, ambos necesarios para alcanzar un máximo potencial.
La curiosidad y la capacidad de asombro son cualidades indispensables en un arquitecto, diseñador o interiorista. La vida siempre sorprende a quienes están abiertos a dejarse sorprender, pero para esto es necesario tener una mente curiosa y una actitud abierta. Viajar nos brinda precisamente la oportunidad de estar en constante descubrimiento, de aprender de cada rincón del mundo y de trasladar ese aprendizaje a nuestro trabajo diario.
¿Por qué viajar nos hace ser mejores diseñadores?
- Viajar nos da la oportunidad de conocer nuevos lugares y, con ello, nos permite tener una perspectiva más amplia, lo que a su vez nos ayuda a valorar y apreciar más el lugar en el que vivimos.
- Vivir un espacio es siempre mejor que verlo en una foto. Al estar en el lugar, podemos apreciar su escala, entender sus proporciones y analizar su diseño de una manera que una imagen nunca podrá capturar.
- Viajar nos abre la oportunidad de aprender desde muchos aspectos. Desde la arquitectura hasta la gastronomía, cada viaje es una oportunidad de ampliar nuestros conocimientos y aprender algo nuevo.
- Nos da experiencia. Al viajar, podemos observar distintos estilos de diseño y arquitectura, aprender sobre combinaciones que tal vez no habíamos considerado y contemplar materiales y texturas de cerca.
- Al viajar, es más fácil vivir en el aquí y el ahora. Cada viaje es una oportunidad única de estar presentes, ya que sabemos que aunque regresemos a ese destino, será en un momento diferente y bajo otras circunstancias.
- El sentimiento de agradecimiento por la experiencia vivida nos permite valorar el estar vivos y nos ofrece la oportunidad de disfrutar cada viaje al máximo. Siempre recomiendo tener palabras de agradecimiento para cada experiencia vivida.
- Un buen diseñador tiene experiencia observando y viviendo en distintos espacios. Analizar, comprender y gozar del diseño es esencial para desarrollar una visión más completa como profesional.
Además, los viajes nos permiten reflexionar sobre lo que nos conmueve y asombra. Es común que al recorrer un pueblo mágico en México, caminando por sus calles empedradas, sintamos una conexión con el pasado y la historia que esas piedras guardan. Estos lugares nos recuerdan que la arquitectura no es solo funcional, sino también un reflejo de la identidad y cultura de un lugar.
Viajar también nos da la oportunidad de visitar sitios históricos como un convento de San Francisco, donde cada muro, cada columna, nos habla de siglos de historia y nos enseña sobre la importancia de la preservación y el respeto por el patrimonio cultural. Estar en estos lugares nos permite ver cómo la arquitectura ha sido testigo del paso del tiempo y cómo sigue siendo relevante en la actualidad.
Independientemente de si eres diseñador o no, viajar es sin duda un acto de crecimiento interior, personal y profesional. Si valoramos cada oportunidad que tenemos de salir y explorar, podemos mejorar varios aspectos de nuestra vida y de nuestro trabajo. Establecer objetivos claros antes de cada viaje nos permite sacar el máximo provecho de cada experiencia, lo que en última instancia fortalece nuestras habilidades como diseñadores. El viaje se convierte en un proceso de crecimiento que nos ayuda a identificar nuestras fortalezas y debilidades, no solo en términos profesionales, sino también en el ámbito del desarrollo humano.
Definitivamente, viajar es una inversión que vale la pena hacer cada vez que sea posible. Así que si alguna vez sientes que necesitas ayuda para planificar tu próximo viaje, no dudes en hacerlo. Viajar nos enriquece de formas que a veces no podemos prever, y cada nuevo destino nos ofrece la oportunidad de aprender, disfrutar y crecer.
Gracias de corazón por leer estas reflexiones sobre la importancia de viajar. Espero que te inspire a seguir descubriendo el mundo y a aprovechar cada oportunidad para aprender y disfrutar al máximo.